Pequeña pero completa
Definir a Suiza como un paraíso terrestre puede resultar banal. Pero no hay otra manera de definirla. Antes del aterrizaje, vemos algo diferente: sus ciudades parecen hundidas en valles cerrados entre imponentes picos alpinos. Parece imposible que haya ciudades entre esas montañas gigantes. Desde el aire, las casitas parecen a merced de rocas gigantescas. Pero basta aterrizar para ver que sus habitantes saben lo que hacen. Los suizos son trabajadores rudos y esforzados, No fabrican nada que no sea de excelente calidad
, de queso a puntillas, y desde termómetros a turbinas. Son seres obsesionados con la perfección y la precisión. Por eso se los conoce como maestros chocolateros y relojeros, o legendarios inventores de esas cortaplumas famosísimas donde todas las herramientas caben en un bolsillo. Al igual que esas cortaplumas, Suiza es un país pequeñito pero sumamente útil, que tiene de todo.
Ubicada justo en el corazón de Europa. Suiza es un país que tiene algo de cada uno de sus vecinos Italia, Francia y Alemania. Locos pos la democracia y la independencia, este país sin ejercito tiene habitantes que hablan cuatro idiomas oficiales. Todo esta organizado hasta la exasperación: cuando un tren anuncia que parte a las 16: 01, parte exactamente a esa hora , sin un minuto de demora . Históricamente han sabido defender lo suyo, y en las guerras han sido neutrales. El resto de Europa considera a los suizos cerrados como sus valles. Pero es este conservadurismo el que mantiene a este país siempre con un sabor local y único, que en cierto modo hace que ser “suizo” siga siendo sinónimo de perfección absoluta.
La elegante Ginebra
Ginebra es la ciudad pequeña de la sede de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja Internacional, al borde del lago de Ginebra que se caracteriza por su chorro de agua (Jet d'eau) visible desde cualquier lado. Rodean al lago parques arbolados y mansiones espectaculares de arquitectura de más de dos siglos. Es la ciudad relojera por antonomasia ( ¿qué buen reloj no tiene su nombre grabado en el cuadrante? – y por eso es la elegida para realizar la feria mundial de joyería y relojería que organiza el grupo Richmond, alojando a los invitados en el espectacular hotel Mandarín Oriental, con un estilo que combina lo oriental, exótico y fastuoso, con la practicidad suiza. Tranquila, silenciosa, muy sofisticada, Ginebra nos ofrece paseos en barco por el lago y recorridos por su centro comercial, lleno de vidrieras donde las joyas más fastuosas se codean con las novelas traducidas la francés de un argentino mundialmente famoso cuyos restos descansan en esta ciudad: Jorge Luis Borges.
Basilea impecable
Comenzando el trayecto por la capital suiza, entramos a Basilea, una ciudad que tiene algo de Francia y algo de Alemania ,a orillas del río Rhin, que se desplaza caudaloso como ufanándose de ser uno de los ríos más importantes y transitados de Europa . Basilea es la segunda ciudad suiza después de Zurich, y se nota. A lo largo del río se extienden majestuosos edificios, museos para todos los gustos y puentes de mil años.
Esta ciudad es uno de los mayores centros de ferias internacionales, la cuna de los grandes laboratorios medicinales suizos y la ciudad histórica de los humanistas.
Barcos de paseo se mezclan con buques de carga que desplazan por Suiza y Alemania cargas destinadas a las importantes industrias de la zona.
Sin embargo, pese a que se trata de una ciudad industrial, ya que en ella están instalados los más grandes laboratorios farmacológicos y químicos del mundo, el aire en Basilea es límpido y claro, y en él aún se oyen los trinos de ruiseñores con el susurro de los suizos al hablar. Aquí nadie levanta la voz, ni pega un grito y pareciera que tocar bocina estuviera penado por la ley. Los suizos son muy respetuosos, y siempre cuidan no hacer nada que pudiera molestar a los demás. En las calles de Basilea no se ve un sólo papel tirado en el piso, y nadie pasea a su perro sin la respectiva correa bien tirante.
Las vidrieras son un placer para la vista. En Suiza no existe el mal gusto, y hasta las fiambrerías están decoradas con tan buen gusto que parecen una "boutique del fiambre" con chacinados de alta costura.
Basilea está hecha a la medida del hombre. Debido a que sus 27 museos convocan a miles de turistas cada año, la ciudad ha preferido sacrificar lugares de estacionamiento para hacer plazas y cafés en la calle, y convertir zonas de tránsito en verdaderas avenidas peatonales. En sus museos se pueden apreciar más de 3.000 obras de arte de los mayores pintores de la historia, desde Holbein el Joven hasta Picasso, Kandinsky y Mondrian, además del cáliz de Lutero, la flauta traversa de Beethoven, esqueletos de dinosaurio y una autobomba a pedal para cuatro bomberos de piernas fuertes.
Los autos duermen en la penumbra de los parkings subterráneos. Las antiguas calles están hechas para mirar vidrieras, cruzar las animadas plazas, y tomar una rubia cerveza a la luz del sol.
El Rhin corta a la ciudad por la mitad. De un lado está la "Pequeña Basilea", con el "Pfalz" coronado por la catedral gótica del siglo IX y rodeada de elegantes edificios góticos y neoclásicos de la época. La antigua puerta de la vieja muralla medieval que rodeaba la ciudad en épocas feudales sigue en pie , ahora atravesada por el tranvía. En los planos, aparece con el nombre de Spalentor .Aquí se destaca el edificio del Ayuntamiento - Rathaus - , construído en 1504 en piedra roja y tejas esmaltadas policromadas. Frente a él se alza el mercado callejero que expone toda clase de flores, frutas, verduras, mezclados con flores secas, trabajos artesanales, tejidos, puntillas, bordados y antigüedades de bronce, platería y porcelana. Todo lo que se vende está reluciente, limpio, brillante. Aquí nao se vende nada de mala calidad. El buen gusto y la elegancia está presente en todas partes, y eso hace que sea difícil resistirse a comprar algo. A través de seis puentes - uno de ellos de madera , construido en el siglo XI - y de tres barcazas, se puede cruzar a la orilla izquierda , sede de la Basilea moderna, zona de bancos internacionales y de la Feria Suiza de Muestras .Aquí siempre hay congresos internacionales y muestras de algún tipo, siendo los más famosos los congresos de relojería, que atraen a visitantes de todo el mundo.
Recuadro
La impactante Feria Baselworld
Una de las ferias más importantes de Basilea es BASELWORLD, Salón Mundial de la Relojería y Joyería, que se realiza anualmente desde 1917 con 2.100 expositores de los ámbitos de la joyería, la relojería y la pedrería en más de 160.000 m2 de locales donde el lujo impera en varios pisos. Muchos fabricantes de renombre de los sectores de la relojería y la joyería exponen sus productos exclusivamente en BASELWORLD. Eso ofrece la oportunidad de ver las novedades más recientes por primera vez en este salón. Entre copas del mejor champagne y delicias que se ofrecen sin cargo en los restaurantes de la muestra, se pueden apreciar algunos de los relojes más caros del mundo como la línea Limelight de Piaget que demanda 200 horas de trabajo manual en madreperla y diamantes pulidos en forma de pirámide invertida, con cierre secreto, entre los cuales se cuentan unidades de tres millones de euros. El precio no es excesivo, si se considera que un usuario de este reloj no pasa inadvertido, ya que su pulso destella pura luz. Más de 94.000 visitantes minoristas y mayoristas viajan cada primavera hacia Basilea continentes para asistir a la presentación de las más nuevas creaciones del sector de la relojería y la joyería. Algo que impacta de entrada es un acuario de pared a pared lleno de peces tropicales multicolores de los que aquí están bien lejos de su Caribe natal. Basilea es una ciudad que reúne la típica tranquilidad de los pueblos suizos, junto con una multitud de visitantes que se asombran con este lugar que combina tan bien historia con modernidad.
ALREDEDORES DE BASILEA
El "trump" - troley o tranvía - hace una extensa recorrida por la ciudad entre el centro y las zonas residenciales.El Zoológico de Basilea goza de merecida fama con cerca de 4.000 animales de unas 600 especies habitando un magnífico parque en medio de la ciudad . La terminal fluvial del Rhin constituye el "Dreilendereck": punto de las fronteras entre Francia, Alemania y Suiza, donde se pueden degustar los chucruts alemanes junto a los mejores vinos de Alsacia y la típica fondue suiza, y coronar el menú con un strudel o una torta Selva Negra como postre.
Sólo dos horas de viaje en tren separan a esta ciudad de los Alpes suizos. Y desde su concurrida estación ferroviaria parten trenes a todo Europa, así como un trencito turístico a vapor recorre el valle del Waldenburg cruzando bosques de ensueño.
Las escapadas de la ciudad nos pueden llevar a los jardines de Brünlingen y su colección de lirios multicolores, al antiguo teatro romano de Augusta Raurica, a la modernísima iglesia de Le Corbusier en Ronchamp o a pueblitos que parecen sacados de la foto de un envoltorio de chocolate , como Olten o Liestal.
En invierno, la ciudad ofrece esquí en la Selva Negra y en los Vosgos o las cimas del Jura. También están los famosos spas de agua salada de Rheinfelden , lugar apreciado para tratamientos de salud.
En verano, se práctica la equitación y los deportes náuticos en los encantadores lagos suizos. Aunque el deporte nacional es el “spaziergehen”: salir a pasear en largas caminatas por la orilla de los lagos y los bosques que aún se conservan entre autopista y autopista, con senderos claramente delimitados para que nadie ose invadir los terrenos del animal más abundante de suiza: la vaca, tan necesaria para la producción de sus excelente productos lácteos, todas relucientes, con cencerros de bronce al cuello, seguramente heredados de sus tatarabuelas.
Luminosa Lucerna
Lucerna es una ciudad señorial, con callecitas prolijas, plazas con fuentes y fachadas fastuosas. Se destaca por su enorme lago y el antiquísimo puente de madera que lo recorre y se remata por una torre que aparece en todas las postales de esta ciudad.
Hay mucho para hacer en Lucerna, como recorridos de un día por el enorme monte Titlis,-con imponente panoramas sobre la ciudad- hasta recorrer parques donde el ultimo glaciar de Europa hace 20.000 años excavó toboganes de piedra pulida por el peso del hielo en la roca viva.
Las arraigadas tradiciones suizas hacen que a lo largo de todo el año existan desfiles, celebraciones folklóricas y música en las calles. Pero la fiesta más importante es el Carnaval, y Lucerna es el lugar para disfrutarlo. Aunque parezca mentira, el carnaval suizo comienza antes que el de Río de Janeiro. Se inaugura oficialmente en Enero, cuando una salva de artillería desde el río Rhin, en Basilea, anuncia la llegada, navegando por el río, de tres figuras mitológicas que vienen para ahuyentar el invierno: el León, el Grifo y el Wilde Ma, un personaje escondido bajo un abeto y vestido con hojas y ramas. Después del Martes de Carnaval, todos los suizos salen a la calle disfrazados de payasos, arlequines, personajes medievales y animales, formando bandas musicales que recorren las ciudades a pie, compitiendo en algarabía y musicalidad y formando bailes espontáneos en cada esquina. En las noches de Carnaval - "Fasching" en alemán. y "Mardi Gras"en francés - nadie duerme porque el Carnaval de Lucerna es el más espectacular. La ciudad entera sale disfrazada a la calle a bailar y cantar en ronda al son de la música de orquestas de músicos disfrazados de osos, pastores o monigotes de cabezas gigantes.
Pese a que esta ciudad ofrece conciertos, ópera y cabarets musicales todo el año, en esos días la gente casi no entra a las salas de concierto, porque el show es gratis y está en la calle. El lago se ilumina con los fuegos artificiales, y es recorrido por barcos iluminados con antorchas y lamparitas de colores, que llevan su propia fiesta a bordo. Hace mucho frío, y se combate comiendo en la calle deliciosas salchichas y la especialidad de la región: fondue y raclette , platos de queso fundido servido con cebollines y pan, acompañado por el especiado vino caliente Glühwein, que reconforta los corazones. la fiesta sigue hasta el amanecer. Como si toda la algarabía contenida por los suizos a lo largo de un año de cortesía y sobriedad, explotara toda junta en la misma noche de Carnaval.
Nieve eterna en Interlaken
No hay mucho placerres en la vida como el de apreciar las bellezas de los paisajes suizos en un tren con el techo de cristal como el Golden Pass Panoramic que une a Lucerna con Interlaken , el sitio de esquí por excelencia. Interlaken – “entre lagos” – es la típica ciudad alpina con cabañas con ventanas llenas de flores en verano y acogedores hogares a leña en el invierno. Sus pistas de esquí proporcionan diversión para expertos y principantes, y junto a ellas es posibles esquiar o patinar en el hielo hasta altas horas de la noche. Muy cerca de Interlaken se puede visitar la maravillosa cascada de Trümmelbachfälle. Otra vista imperdible es llegar al pico más alto de esta region : el fabuloso Jungfraujoch, con trenes a cremallera que trepan la montaña por dentro, donde es posible acceder con los esquies puestos . Desde arriba, se parecían los picos nevados en lo más alto de los Alpes . El Schilthorn es otro sitio donde se pueden apreciar vistas panorámicas estupendas, y sentirnos en el mismismo techo de Europa.
Romántica Montreux
En plena Riviera del Lago Ginebra y con todo el romanticismo de la Belle Epoque, se despliega la ciudad de Montreux. Francesa hasta la médula, la ciudad está integrada por casonas y castillos encaramados unos sobre otros en calles repletas de escaleritas, todos disputándose la mejor vista al lago y las montañas. El pico más alto de esta zona, el Mont-Pèlerin, ofrece recorridos entre los bosques miradores panorámicos. En Montreux toda la hotelería y gastronomía es deslumbrante, sin que falten las boulangeries donde se ve salir al vecino con su baguette en la mano, como si estuviéramos en una calle de París. Abundan los autos de lujo conducidos por choferes, porque Montreux es sitio de residencia de los famosos. Y en el verano la ciudad se llena de gente de todo el mundo, porque en esta ciudad tiene lugar el Festival de Jazz de Montreux, un encuentro único donde no puede faltar nadie que se precie de saber de jazz, ni abajo ni arriba del escenario. Por el festival han pasado Dizzy Gillespie, Elis Regina, Ermeto Pascoal, Pat Metheny, Joe Satriani, Miles Davis y hasta el grupo de rock Deep Purple, quienes, impresionados por el incendio de un hotel junto al Lago de Ginebra que iluminó la noche, compusieron el mítico tema “ Smoke on the water” ( “Humo en el agua”), que recuerda a la bella Montreux, Frank Zappa y su grupo y al estúpido que quemó todo.
Otro recorrido memorable es la visita al castillo de Chinon, en Montreaux, que pasó distintos destinos y etapas históricas hasta deleitar hoy en día a quien lo visita haciéndonos soñar con un tiempo de caballeros y armaduras.
Un destino para todo el año
En verano, Suiza nos sorprende con modernísimos parques acuáticos, recorridos por la montaña en bicicleta o cable carril, paseos en trenes panorámicos de techo de cristal, caminatas por viñas de vinos estupendos, el mejor jazz y la mejor hotelería del mundo.
En invierno, nos espera con esquí y patinaje en el hielo en sitios tan perfectos con la simpática Grindelwald , donde se puede patinar a la intemperie en pista iluminada toda la música al ritmo de la música que uno quiera.O la sofisticada St Moritz,- que hace rato desplazó en fama a la Gstaad de Brigitte Bardot - donde la moda es de rigor, se esquía con tapados de chinchilla y sacones de zorro azul y el evento top es el torneo de polo sobre hielo o carreras de trineos en el gran lago congelado.
¿Pero por qué no escuchar a un suizo campeón mundial, nacido en Basilea, hablar de su patria? El tenista Roger Federer declaró en una entrevista televisiva para ESPN: “Uno piensa en Suiza y lo primero que le viene a la mente son los paisajes preciosos de montañas y lagos. Pero Suiza es el país ideal por varios motivos: no tiene pobreza, la gente habla cuatro idioma, todos son políglotas, todos los suizos son muy exigentes consigo mismos y hacen un culto de la precisión y es un sitio donde a media hora de la ciudad, uno está en el campo, entre las vacas y las flores.”
Definir a Suiza como un paraíso terrestre puede resultar banal. Pero no hay otra manera de definirla. Antes del aterrizaje, vemos algo diferente: sus ciudades parecen hundidas en valles cerrados entre imponentes picos alpinos. Parece imposible que haya ciudades entre esas montañas gigantes. Desde el aire, las casitas parecen a merced de rocas gigantescas. Pero basta aterrizar para ver que sus habitantes saben lo que hacen. Los suizos son trabajadores rudos y esforzados, No fabrican nada que no sea de excelente calidad
, de queso a puntillas, y desde termómetros a turbinas. Son seres obsesionados con la perfección y la precisión. Por eso se los conoce como maestros chocolateros y relojeros, o legendarios inventores de esas cortaplumas famosísimas donde todas las herramientas caben en un bolsillo. Al igual que esas cortaplumas, Suiza es un país pequeñito pero sumamente útil, que tiene de todo.
Ubicada justo en el corazón de Europa. Suiza es un país que tiene algo de cada uno de sus vecinos Italia, Francia y Alemania. Locos pos la democracia y la independencia, este país sin ejercito tiene habitantes que hablan cuatro idiomas oficiales. Todo esta organizado hasta la exasperación: cuando un tren anuncia que parte a las 16: 01, parte exactamente a esa hora , sin un minuto de demora . Históricamente han sabido defender lo suyo, y en las guerras han sido neutrales. El resto de Europa considera a los suizos cerrados como sus valles. Pero es este conservadurismo el que mantiene a este país siempre con un sabor local y único, que en cierto modo hace que ser “suizo” siga siendo sinónimo de perfección absoluta.
La elegante Ginebra
Ginebra es la ciudad pequeña de la sede de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja Internacional, al borde del lago de Ginebra que se caracteriza por su chorro de agua (Jet d'eau) visible desde cualquier lado. Rodean al lago parques arbolados y mansiones espectaculares de arquitectura de más de dos siglos. Es la ciudad relojera por antonomasia ( ¿qué buen reloj no tiene su nombre grabado en el cuadrante? – y por eso es la elegida para realizar la feria mundial de joyería y relojería que organiza el grupo Richmond, alojando a los invitados en el espectacular hotel Mandarín Oriental, con un estilo que combina lo oriental, exótico y fastuoso, con la practicidad suiza. Tranquila, silenciosa, muy sofisticada, Ginebra nos ofrece paseos en barco por el lago y recorridos por su centro comercial, lleno de vidrieras donde las joyas más fastuosas se codean con las novelas traducidas la francés de un argentino mundialmente famoso cuyos restos descansan en esta ciudad: Jorge Luis Borges.
Basilea impecable
Comenzando el trayecto por la capital suiza, entramos a Basilea, una ciudad que tiene algo de Francia y algo de Alemania ,a orillas del río Rhin, que se desplaza caudaloso como ufanándose de ser uno de los ríos más importantes y transitados de Europa . Basilea es la segunda ciudad suiza después de Zurich, y se nota. A lo largo del río se extienden majestuosos edificios, museos para todos los gustos y puentes de mil años.
Esta ciudad es uno de los mayores centros de ferias internacionales, la cuna de los grandes laboratorios medicinales suizos y la ciudad histórica de los humanistas.
Barcos de paseo se mezclan con buques de carga que desplazan por Suiza y Alemania cargas destinadas a las importantes industrias de la zona.
Sin embargo, pese a que se trata de una ciudad industrial, ya que en ella están instalados los más grandes laboratorios farmacológicos y químicos del mundo, el aire en Basilea es límpido y claro, y en él aún se oyen los trinos de ruiseñores con el susurro de los suizos al hablar. Aquí nadie levanta la voz, ni pega un grito y pareciera que tocar bocina estuviera penado por la ley. Los suizos son muy respetuosos, y siempre cuidan no hacer nada que pudiera molestar a los demás. En las calles de Basilea no se ve un sólo papel tirado en el piso, y nadie pasea a su perro sin la respectiva correa bien tirante.
Las vidrieras son un placer para la vista. En Suiza no existe el mal gusto, y hasta las fiambrerías están decoradas con tan buen gusto que parecen una "boutique del fiambre" con chacinados de alta costura.
Basilea está hecha a la medida del hombre. Debido a que sus 27 museos convocan a miles de turistas cada año, la ciudad ha preferido sacrificar lugares de estacionamiento para hacer plazas y cafés en la calle, y convertir zonas de tránsito en verdaderas avenidas peatonales. En sus museos se pueden apreciar más de 3.000 obras de arte de los mayores pintores de la historia, desde Holbein el Joven hasta Picasso, Kandinsky y Mondrian, además del cáliz de Lutero, la flauta traversa de Beethoven, esqueletos de dinosaurio y una autobomba a pedal para cuatro bomberos de piernas fuertes.
Los autos duermen en la penumbra de los parkings subterráneos. Las antiguas calles están hechas para mirar vidrieras, cruzar las animadas plazas, y tomar una rubia cerveza a la luz del sol.
El Rhin corta a la ciudad por la mitad. De un lado está la "Pequeña Basilea", con el "Pfalz" coronado por la catedral gótica del siglo IX y rodeada de elegantes edificios góticos y neoclásicos de la época. La antigua puerta de la vieja muralla medieval que rodeaba la ciudad en épocas feudales sigue en pie , ahora atravesada por el tranvía. En los planos, aparece con el nombre de Spalentor .Aquí se destaca el edificio del Ayuntamiento - Rathaus - , construído en 1504 en piedra roja y tejas esmaltadas policromadas. Frente a él se alza el mercado callejero que expone toda clase de flores, frutas, verduras, mezclados con flores secas, trabajos artesanales, tejidos, puntillas, bordados y antigüedades de bronce, platería y porcelana. Todo lo que se vende está reluciente, limpio, brillante. Aquí nao se vende nada de mala calidad. El buen gusto y la elegancia está presente en todas partes, y eso hace que sea difícil resistirse a comprar algo. A través de seis puentes - uno de ellos de madera , construido en el siglo XI - y de tres barcazas, se puede cruzar a la orilla izquierda , sede de la Basilea moderna, zona de bancos internacionales y de la Feria Suiza de Muestras .Aquí siempre hay congresos internacionales y muestras de algún tipo, siendo los más famosos los congresos de relojería, que atraen a visitantes de todo el mundo.
Recuadro
La impactante Feria Baselworld
Una de las ferias más importantes de Basilea es BASELWORLD, Salón Mundial de la Relojería y Joyería, que se realiza anualmente desde 1917 con 2.100 expositores de los ámbitos de la joyería, la relojería y la pedrería en más de 160.000 m2 de locales donde el lujo impera en varios pisos. Muchos fabricantes de renombre de los sectores de la relojería y la joyería exponen sus productos exclusivamente en BASELWORLD. Eso ofrece la oportunidad de ver las novedades más recientes por primera vez en este salón. Entre copas del mejor champagne y delicias que se ofrecen sin cargo en los restaurantes de la muestra, se pueden apreciar algunos de los relojes más caros del mundo como la línea Limelight de Piaget que demanda 200 horas de trabajo manual en madreperla y diamantes pulidos en forma de pirámide invertida, con cierre secreto, entre los cuales se cuentan unidades de tres millones de euros. El precio no es excesivo, si se considera que un usuario de este reloj no pasa inadvertido, ya que su pulso destella pura luz. Más de 94.000 visitantes minoristas y mayoristas viajan cada primavera hacia Basilea continentes para asistir a la presentación de las más nuevas creaciones del sector de la relojería y la joyería. Algo que impacta de entrada es un acuario de pared a pared lleno de peces tropicales multicolores de los que aquí están bien lejos de su Caribe natal. Basilea es una ciudad que reúne la típica tranquilidad de los pueblos suizos, junto con una multitud de visitantes que se asombran con este lugar que combina tan bien historia con modernidad.
ALREDEDORES DE BASILEA
El "trump" - troley o tranvía - hace una extensa recorrida por la ciudad entre el centro y las zonas residenciales.El Zoológico de Basilea goza de merecida fama con cerca de 4.000 animales de unas 600 especies habitando un magnífico parque en medio de la ciudad . La terminal fluvial del Rhin constituye el "Dreilendereck": punto de las fronteras entre Francia, Alemania y Suiza, donde se pueden degustar los chucruts alemanes junto a los mejores vinos de Alsacia y la típica fondue suiza, y coronar el menú con un strudel o una torta Selva Negra como postre.
Sólo dos horas de viaje en tren separan a esta ciudad de los Alpes suizos. Y desde su concurrida estación ferroviaria parten trenes a todo Europa, así como un trencito turístico a vapor recorre el valle del Waldenburg cruzando bosques de ensueño.
Las escapadas de la ciudad nos pueden llevar a los jardines de Brünlingen y su colección de lirios multicolores, al antiguo teatro romano de Augusta Raurica, a la modernísima iglesia de Le Corbusier en Ronchamp o a pueblitos que parecen sacados de la foto de un envoltorio de chocolate , como Olten o Liestal.
En invierno, la ciudad ofrece esquí en la Selva Negra y en los Vosgos o las cimas del Jura. También están los famosos spas de agua salada de Rheinfelden , lugar apreciado para tratamientos de salud.
En verano, se práctica la equitación y los deportes náuticos en los encantadores lagos suizos. Aunque el deporte nacional es el “spaziergehen”: salir a pasear en largas caminatas por la orilla de los lagos y los bosques que aún se conservan entre autopista y autopista, con senderos claramente delimitados para que nadie ose invadir los terrenos del animal más abundante de suiza: la vaca, tan necesaria para la producción de sus excelente productos lácteos, todas relucientes, con cencerros de bronce al cuello, seguramente heredados de sus tatarabuelas.
Luminosa Lucerna
Lucerna es una ciudad señorial, con callecitas prolijas, plazas con fuentes y fachadas fastuosas. Se destaca por su enorme lago y el antiquísimo puente de madera que lo recorre y se remata por una torre que aparece en todas las postales de esta ciudad.
Hay mucho para hacer en Lucerna, como recorridos de un día por el enorme monte Titlis,-con imponente panoramas sobre la ciudad- hasta recorrer parques donde el ultimo glaciar de Europa hace 20.000 años excavó toboganes de piedra pulida por el peso del hielo en la roca viva.
Las arraigadas tradiciones suizas hacen que a lo largo de todo el año existan desfiles, celebraciones folklóricas y música en las calles. Pero la fiesta más importante es el Carnaval, y Lucerna es el lugar para disfrutarlo. Aunque parezca mentira, el carnaval suizo comienza antes que el de Río de Janeiro. Se inaugura oficialmente en Enero, cuando una salva de artillería desde el río Rhin, en Basilea, anuncia la llegada, navegando por el río, de tres figuras mitológicas que vienen para ahuyentar el invierno: el León, el Grifo y el Wilde Ma, un personaje escondido bajo un abeto y vestido con hojas y ramas. Después del Martes de Carnaval, todos los suizos salen a la calle disfrazados de payasos, arlequines, personajes medievales y animales, formando bandas musicales que recorren las ciudades a pie, compitiendo en algarabía y musicalidad y formando bailes espontáneos en cada esquina. En las noches de Carnaval - "Fasching" en alemán. y "Mardi Gras"en francés - nadie duerme porque el Carnaval de Lucerna es el más espectacular. La ciudad entera sale disfrazada a la calle a bailar y cantar en ronda al son de la música de orquestas de músicos disfrazados de osos, pastores o monigotes de cabezas gigantes.
Pese a que esta ciudad ofrece conciertos, ópera y cabarets musicales todo el año, en esos días la gente casi no entra a las salas de concierto, porque el show es gratis y está en la calle. El lago se ilumina con los fuegos artificiales, y es recorrido por barcos iluminados con antorchas y lamparitas de colores, que llevan su propia fiesta a bordo. Hace mucho frío, y se combate comiendo en la calle deliciosas salchichas y la especialidad de la región: fondue y raclette , platos de queso fundido servido con cebollines y pan, acompañado por el especiado vino caliente Glühwein, que reconforta los corazones. la fiesta sigue hasta el amanecer. Como si toda la algarabía contenida por los suizos a lo largo de un año de cortesía y sobriedad, explotara toda junta en la misma noche de Carnaval.
Nieve eterna en Interlaken
No hay mucho placerres en la vida como el de apreciar las bellezas de los paisajes suizos en un tren con el techo de cristal como el Golden Pass Panoramic que une a Lucerna con Interlaken , el sitio de esquí por excelencia. Interlaken – “entre lagos” – es la típica ciudad alpina con cabañas con ventanas llenas de flores en verano y acogedores hogares a leña en el invierno. Sus pistas de esquí proporcionan diversión para expertos y principantes, y junto a ellas es posibles esquiar o patinar en el hielo hasta altas horas de la noche. Muy cerca de Interlaken se puede visitar la maravillosa cascada de Trümmelbachfälle. Otra vista imperdible es llegar al pico más alto de esta region : el fabuloso Jungfraujoch, con trenes a cremallera que trepan la montaña por dentro, donde es posible acceder con los esquies puestos . Desde arriba, se parecían los picos nevados en lo más alto de los Alpes . El Schilthorn es otro sitio donde se pueden apreciar vistas panorámicas estupendas, y sentirnos en el mismismo techo de Europa.
Romántica Montreux
En plena Riviera del Lago Ginebra y con todo el romanticismo de la Belle Epoque, se despliega la ciudad de Montreux. Francesa hasta la médula, la ciudad está integrada por casonas y castillos encaramados unos sobre otros en calles repletas de escaleritas, todos disputándose la mejor vista al lago y las montañas. El pico más alto de esta zona, el Mont-Pèlerin, ofrece recorridos entre los bosques miradores panorámicos. En Montreux toda la hotelería y gastronomía es deslumbrante, sin que falten las boulangeries donde se ve salir al vecino con su baguette en la mano, como si estuviéramos en una calle de París. Abundan los autos de lujo conducidos por choferes, porque Montreux es sitio de residencia de los famosos. Y en el verano la ciudad se llena de gente de todo el mundo, porque en esta ciudad tiene lugar el Festival de Jazz de Montreux, un encuentro único donde no puede faltar nadie que se precie de saber de jazz, ni abajo ni arriba del escenario. Por el festival han pasado Dizzy Gillespie, Elis Regina, Ermeto Pascoal, Pat Metheny, Joe Satriani, Miles Davis y hasta el grupo de rock Deep Purple, quienes, impresionados por el incendio de un hotel junto al Lago de Ginebra que iluminó la noche, compusieron el mítico tema “ Smoke on the water” ( “Humo en el agua”), que recuerda a la bella Montreux, Frank Zappa y su grupo y al estúpido que quemó todo.
Otro recorrido memorable es la visita al castillo de Chinon, en Montreaux, que pasó distintos destinos y etapas históricas hasta deleitar hoy en día a quien lo visita haciéndonos soñar con un tiempo de caballeros y armaduras.
Un destino para todo el año
En verano, Suiza nos sorprende con modernísimos parques acuáticos, recorridos por la montaña en bicicleta o cable carril, paseos en trenes panorámicos de techo de cristal, caminatas por viñas de vinos estupendos, el mejor jazz y la mejor hotelería del mundo.
En invierno, nos espera con esquí y patinaje en el hielo en sitios tan perfectos con la simpática Grindelwald , donde se puede patinar a la intemperie en pista iluminada toda la música al ritmo de la música que uno quiera.O la sofisticada St Moritz,- que hace rato desplazó en fama a la Gstaad de Brigitte Bardot - donde la moda es de rigor, se esquía con tapados de chinchilla y sacones de zorro azul y el evento top es el torneo de polo sobre hielo o carreras de trineos en el gran lago congelado.
¿Pero por qué no escuchar a un suizo campeón mundial, nacido en Basilea, hablar de su patria? El tenista Roger Federer declaró en una entrevista televisiva para ESPN: “Uno piensa en Suiza y lo primero que le viene a la mente son los paisajes preciosos de montañas y lagos. Pero Suiza es el país ideal por varios motivos: no tiene pobreza, la gente habla cuatro idioma, todos son políglotas, todos los suizos son muy exigentes consigo mismos y hacen un culto de la precisión y es un sitio donde a media hora de la ciudad, uno está en el campo, entre las vacas y las flores.”
( Publicado en revista Bilon, 2007)
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