jueves, 4 de septiembre de 2008

Ian Fleming , el papá de James Bond: seductor, astuto, millonario y bon vivant


¿Qué personaje literario es reconocido en todo el mundo y no conoce fronteras? ¿Qué clase de hombre fue y sigue siendo el referente del envidiado playboy glamoroso y audaz? ¿Qué escritor logró que se hicieran películas con todas sus novelas, logrando con ellas la segunda mayor recaudación mundial en la historia del cine?
James Bond, representó - durante 40 años de libros y películas ininterrumpidas- lo que cualquier hombre en este planeta querría ser: apuesto, millonario, seductor, hábil y un elegante bon vivant de gustos refinados.
Sin embargo, el agente 007 no es un personaje de ficción. Es igualito a su papá, el increíble Ian Fleming, “alias James Bond “, como se titula la biografía que escribió su secretario y amigo.
Ian Lancaster Fleming, nació en Gran Bretaña en 1908 con una cuchara de plata en la boca- como dicen por allá – en el seno de una familia de mucho dinero. Era nieto de un millonario banquero escocés, Robert Fleming, e hijo de Valentine, un terrateniente de Oxfordshire y miembro del Parlamento británico.
Ian creció entre algodones hasta que su padre murió a fines de la Primera Guerra Mundial, cuando el niño no tenía ni 9 años. Su hermano mayor Peter- eximio estudiante de las aristocráticas universidades de Eton y Oxford-,pasó a administrar los bienes de la familia. Con un padre endiosado por la muerte y un hermano intachable como tutor, Ian buscó desesperadamente hacer su camino lejos de la tutela familiar.
Ingresó a la universidad de Eton, donde sobresalió en las competencias deportivas, pero tuvo que abandonar por un episodio confuso con una alumna. Se enroló en la academia militar de Sandhurst, pero se retiró disgustado diciendo que no le gustaba el ejército moderno, cuando lo cierto fue que lo despidieron porque le gustaba demasiado la juerga, y llegaba siempre tarde al cuartel. Fue enviado a estudiar a diplomacia a Kitzbuhel, en los Alpes de Austria. Tampoco tuvo éxito. Tuvo que regresar a Londres por orden de Peter – “si no estudias, trabajarás “– para ingresar a la agencia de noticias Reuters, donde su hermano era el redactor estrella. Ian era bueno en la escritura, y se destacó haciendo crónicas. Pero el hecho de vivir eclipsado por la fama de Peter y de ver qué poco dinero se hace con el periodismo, sumió a Ian en una profunda depresión. Así es como tomó la determinación de renunciar a Reuters .
Haciendo valer su famoso apellido de financistas, entró a trabajar en el banco Rowe & Pitman. Se instaló en un viejo templo remozado en el distinguido barrio de Belgravia, donde gastaba su sueldo en fiestas exclusivas para sus amigos aficionados al bridge y al buen comer, con quienes creó el muy chic “Cercle gastronomique et des jeux de hasard".
Mientras su hermano Peter cobraba cada día mayor fama como escritor de libros de viajes exóticos, Ian compraba libros sobre ciencia, geografía y política exterior. Su creciente cultura deleitaba a sus amigos, que traían a personajes famosos a sus cenas. En 1939, en una de sus reuniones, Ian comentó que el banco lo tenía harto. Uno de sus invitados, que trabajaba en el Foreign Office, le ofreció una corresponsalía para el diario The Times en la Unión Soviética. Ian aceptó al instante y esa decisión cambió su vida.
En Moscú se divirtió como nunca, oficiando de improvisado espía británico entre los rusos. Su sagacidad lo hizo entrar a Inteligencia de Marina, convirtiéndose en la mano derecha de uno de los más conocidos espías británicos, el Almirante John Godfrey. Con el grado de Teniente y luego de Comandante, pasó la Segunda Guerra evacuando a tropas y reyes y pergeñando misiones para confundir al ejército alemán. Su jefe lo apreciaba por su notable habilidad para negociar asuntos delicados con estilo y diplomacia, y porque redactaba reportes y memorándums maravillosos.
Confiando en la seducción de su pluma, Ian hasta se atrevió a entregar a los americanos una propuesta sobre cómo organizar la American OSS (Office of Strategic Services), lo que luego fue la CIA. Recibió por ello una plaqueta de agradecimiento del Gobierno de los Estados Unido por “servicios especiales” que luego mostraría a todos con orgullo. También fue condecorado por el gobierno de Dinamarca.
El último año de la guerra lo hartó. Londres era una ciudad gris, triste y bombardeada. Los alimentos estaban racionados, la gente vivía en la miseria y Europa estaba de luto. En ese momento fue invitado a Jamaica a dar una conferencia sobre asuntos navales. Allí no había guerra: solo flores, frutos y playas de ensueño. Era el paraíso. “Aquí es donde quiero vivir “, se dijo.
Adquirió un terreno junto al mar en Oracabessa, donde construyó una casa que llamó Goldeneye, nombre de su operación de guerra para salvar a Gibraltar de los nazis. Allí llevó a personalidades como Errol Flynn, Elizabeth Taylor, Truman Capote, Donald Sutherland- y a decenas de muchachas de la alta sociedad londinense, hasta que una de ellas – Lady Anne Rothermere, tan bella como casada - le anunció que estaba embarazada .El ya tenía 44 años, y resolvió hacerse cargo del asunto. Mientras ella gestionaba su divorcio, él se sentó a escribir su primera novela, Casino Royale, basada en sus recorridos por Europa en la guerra. El editor la consideró espantosa, y sólo accedió a publicarla por la fama de su hermano Peter. Poco después, Ian ingresó como redactor jefe del Times, periódico de su amigo Lord Kemsley, quien le dio dos meses libres al año para escribir en el “glorioso vacío” de la selva, como él le decía.
En sus retiros caribeños, de 1953 a 1966 escribió doce novelas y dos colecciones de cuentos cortos que se ganaron la admiración de escritores como Raymond Chandler y Somerset Maugham. Claro que seguía de fiesta en fiesta, bebiendo una botella de gin por día y fumando 70 cigarrillos diarios, aun cuando los médicos se lo prohibían. Cuando cumplió 50, su corazón empezó a fallar.
En 1964, su madre murió, dejándole la tan anhelada fortuna familiar que él ya no necesitaba. Su médico le rogó que no asistiera a los funerales, pero lo hizo igual, lo que le valió una fatal pleuresía, que acabó en infarto. Tenía 56 años. Sus últimas palabras, dichas al personal de la ambulancia, fueron “Me apena horrores molestarlos, compañeros”. Un gentleman hasta el final.
Lo sobrevivieron por poco tiempo su hijo Casper, que murió de sobredosis a los 24 años en Jamaica, y su esposa Anne. Los tres yacen juntos en Sevenhampton, cerca de la frontera con Gales. Sin embargo, James Bond siguió vivo, renaciendo de la pluma de varios escritores amigos de Ian que continuaron la saga que dio fama mundial a actores como Sean Connery, Roger Moore, Pierce Brosnan y desde el próximo noviembre, al blondo Daniel Craig, reponiendo otra versión de la primera novela de Fleming, Casino Royale.
Su casa en la playa hoy es un resort de lujo con cinco villas, la principal con tres habitaciones: 007, 008 y 009, impecablemente conservadas al estilo colonial inglés. Su propietario es el fundador de Island Records, Chris Blackwell, quien lanzara a la fama al mítico Bob Marley, U2, The Cranberries y otros grandes del rock.
Sus clientes habituales son Johnny Depp, Bono, Sting ( aquí escribió “Every breath you take”), Sean Connery, Pierce Brosnan. y Naomi Campbell, propietaria de una de las villas que integran el superprivado conjunto.
Por un precio a partir de 600 dólares la noche es posible deleitarse con langostas y daiquiris, y observar el turquesa el mar desde el mismo escritorio de mahoe azul de donde salieron las aventuras de James Bond, el personaje que seguirá haciéndonos creer que todo es posible teniendo la habilidad, picardía y elegancia que caracterizó al increíble Ian Fleming durante toda su vida.

( Publicado en revista Sensations, 2007)

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