viernes, 6 de marzo de 2009

Los cinco destinos más románticos del mundo

¡El amor! En algunos lugares se siente más cómodo. Rodeado de agua, encantado por el murmullo de las olas, con la mirada perdida en el azul infinito, contenido como en el abrazo del amante... Meloso, pero envidiable.

¿ Qué debe tener un destino para ser romántico?
a) Debe ser muy lindo
b) Debe garantizarte experiencias memorables
c) Debe ser especial y distinto a todo lo conocido, pero a la vez confortable
Todos los lugares que presentamos a continuación tienen las tres características: en ellos vas a encontrar fantásticos panoramas, lugares encantadores y, además, esa calidez especialmente acogedora que deben tener los lugares románticos. Es algo indefinible, que te impulsa a salir a ver cosas bellas y juntar vivencias placenteras, y a la vez te lleva a refugiarte rapidito en algún lugar íntimo para intercambiar experiencias y besos... ¿se entiende?

Koh Samui, Tailandia
El destino más salvaje de nuestro menú, para llegar con un bolsito, una lona y dos pares de ojotas, nomás.
Koh Samui es una islita al sureste de Tailandia, tan pequeña que no aparece en los mapas. Las islas más populares de Tailandia son las de Phuket y la isla Phi Phi, en la costa oeste de la península. Pero de Koh Samui -y sus hermanas, Koh Phangan y Koh Tao-, sólo tienen noticias quienes preguntan mucho por un lugar agreste, bello y barato.
A Koh Samui se puede llegar en avión, desde que abrieron el aeropuerto en la isla. Si llegás en barco, las aguas del mar son de color turquesa verdoso, y cada tanto se ven delfines rosados en la superficie. En el puerto te espera una camioneta que corre por un camino apretado entre un frondoso bosque de cocoteros, donde casi no entra el sol tropical.
Sobre la playa de Chaweng, hay una hilera de bungalows muy simples, hechos con cuatro paredes de mimbre y caña, una estera de soga sobre el suelo y una puertita de madera. No hay camas ni colchones. Sólo hamacas amarradas a las palmeras a lo largo de la playa. El baño es otro bungalow, con ducha, una canilla y una letrina, común para todos. Y no hace falta más. El bungalow cuesta dos dólares y medio por noche. Pero dormís sobre la misma playa, podés ver el amanecer, nadar todo el día, sumergirte junto con peces de colores, comer pescado fresco con leche de coco... y no hacer otra cosa. Es relajado y placentero vivir sobre la arena tibia, dedicándose solamente a recorrer otras playas entre caletas y bahías y mirando las artesanías del pueblo, donde todo es tan barato que cuesta tentarse. Coral Cove con sus peces de colores y la playa de Lamai con sus barquitos pesqueros se suceden entre sencillos bungalows que se alquilan sobre la playa. La cascada Na Muang y los templos budistas de Khunaraam y de Laem Saw son otros de los paseos que se hacen a paso tranquilo para llenar días de paz, donde el apuro no existe y no existen las llaves ni los cerrojos. Es acá donde a la noche la Vía Láctea se ve como lo que significa: un río de leche blanca incandescente partiendo el cielo en dos. Es el borde del disco que forma nuestra galaxia. Y uno se siente en el mejor lugar de toda ella.
Isla Mauricio
Playas de color blanco como la nieve que se transparentan por debajo de un agua turquesa. Ya desde el avión se adivina que la isla Mauricio, de 1.865 km2, en medio del Océano Indico -que fue colonia alemana, francesa e inglesa- es el único pedacito de paraíso. Al sudeste de Africa y a 800 kilómetros más al este de Madagascar, la isla tropical sólo es visitada por un turismo muy selecto, ya que queda bastante lejos de todas partes, y a 12 horas de vuelo de Europa. Es república desde 1991 y el paisaje tiene colores impresionantes que permiten ver hasta muy lejos con absoluta claridad. El horizonte color zafiro parece que se puede tocar con las manos, y hay unos resorts exclusivos que te permiten pasar de la piscina al mar, disfrutar del sol, y llegar a tu habitación para ver que alguien tuvo el recaudo de llenar tu cama de pétalos de flor y rodearla de una gasa blanquísima para que no haya insecto que perturbe tu sueño.
La Isla Mauricio forma parte del archipiélago de las Mascareñas, junto con las islas Reunión y Rodríguez. Desde que fue descubierta, en el siglo XVI, la isla fue colonizada sucesivamente por indios, chinos, criollos, africanos, europeos y malgaches que cohabitan en perfecta armonía, respetando las tradiciones de cada uno aunque estrechamente vinculados a sus propios orígenes. Toda esta mezcla humana comparte feliz el séga, un baile sensual que llegó de Africa en el siglo XVII.
Port-Louis y Perebére son las playas más importantes de la costa oeste, exótica, volcánica y de aguas cálidas, sombreadas por cocoteros que parecen querer nadar, combados sobre las olas. Allí se encuentra Grand Baie, la zona más exclusiva con numerosos restaurantes indios, chinos, criollos y franceses, donde podés escuchar música y tomar cerveza hasta el amanecer. Desde los 550 metros del monte Morne Barbant se divisan las magníficas playas del norte y el sur: un collar de distintas perspectivas de arena blanquísima, bañadas por un mar cálido. Un lugar para cantar canciones de amor en inglés, en francés patois y en creole.

Cartagena de Indias, Colombia
Los que fueron a Cartagena de Indias te aseguran que ahí no hay que ir solo, sino en pareja. Es una encantadora ciudad amurallada colombiana de historia rica, paseos variados y fascinantes centros comerciales. Fue fundada en 1533 y las murallas y defensas que rodean buena parte de la ciudad te sumerge en la época de piratas y corsarios que se disputaban esta ciudad abundante en esmeraldas de las minas de Muzo y Chivor. La excelente hotelería te permite elegir entre hoteles súpermodernos con absolutamente todo incluido, dormir en un convento del siglo XVIII restaurado y con todas las comodidades, o alojarte en bungalows de la Isla Pirata, muy confortables, pero con los pies siempre en la arena de la isla frente a la ciudad.
La fortaleza de San Felipe, el pueblo pesquero de La Boquilla, las Islas del Rosario y las playas circundantes te dan un espectro amplio de actividades para realizar siguiendo los pasos de García Márquez, un enamorado fiel de esta ciudad. Los sábados a la tarde parte del puerto el crucero “Rumba Express”, que ofrece música tropical en vivo con baile y cena a bordo, casino, show estilo Las Vegas y compras libres de impuestos hasta la madrugada.
Lo más divertido de Cartagena es “La Chiva”, ómnibus abierto pintado de colores en el que viaja una banda tocando música, recorriendo la ciudad y parando en los bares más conocidos, para darte tiempo a probar los típicos rones colombianos.
Del parque de enfrente al Hotel Caribe salen coches tirados por caballos, que se pueden alquilar para hacer un romántico recorrido de una hora por la ciudad vieja pasando bajo los balcones de hierro forjado y junto a la muralla de piedra musgosa para terminar la noche bailando en La Vitrola. En la Calle del Arsenal hay una serie de restaurantes pequeños y bares acogedores junto a marisquerías donde se bailan vallenatos y bembés. Lo mejor que pueden hacer dos enamorados es cerrar la noche con un trago en el mirador de la torre del antiguo Bodegón de la Candelaria, donde un pianista te hace mecer los pies con melodías románticas. Mientras tanto, bajo los farolitos coloniales, podés mirar el mar imaginando historias de corsarios, galeones piratas y tesoros hundidos.

Hawai, Estados Unidos
Tenés que cruzar todo América Latina y después cruzar todo el Oceáno Pacífico para llegar a un lugar del mapa en que cuesta adivinar cómo hacen los pilotos para ubicarlo y aterrizar sin perderse en el infinito azul del mar.
Se trata del archipiélago de Hawai, que son cinco islas de bandera norteamericana, con paisajes polinesios y clima tropical.
Lo mejor de Estados Unidos -limpieza, hotelería, restaurantes espectaculares, producidos pero de comida abundante y económica, buenos autos de alquiler- está acá. Lo mejor de la Polinesia -selvas, flores, frutos tropicales, música, tradiciones, cascadas, crepúsculos increíbles, ríos, quebradas y lagunas de aguas azules en medio de la montaña- también está acá. Y lo mejor del trópico -sol durante todo el año, y la posibilidad de vivir en malla y ojotas- también se encuentra acá.
Oahu, Maui, Lanai, Molokai y Hawai son los nombres de esta cadena volcánica de flores gigantes y playas increíbles. Pero lo mejor es que a la noche se iluminan las playas con antorchas de fuego y podés comer en parrillas de lujo donde alguien desgrana en una guitarra suaves canciones polinesias, mientras ves la luna llena brillar en el mar, sabiendo que todo lo demás está a más de 10 horas de vuelo de aquí. Vos y tu pareja, la luna llena, un buen Mai Tai (trago de rhum y jugos) y ganas de besarse en una playa sin viento, hasta que salga el sol. ¿Qué más se puede pedir?

Venecia, Italia
Aunque es algo obvio hablar de Venecia como destino romántico, pocas ciudades son tan intensamente románticas como la ciudad de los canales, donde el agua siempre te arrulla con su sonido, donde las luces siempre encuentran donde reflejarse, donde siempre hay puentes en los cuales conviene detenerse para admirar ese prodigio arquitectónico que dicen que se hunde, pero no lo hace jamás.
Venecia equivale a palacios rodeados de agua, brumas que se elevan dejándonos la cúpula inmensa de Santa Lucía, viajecitos a Burano y Murano para admirar el vidrio convertido en arte, cenas a la luz de las velas con pianos y violines poniéndole música de fondo a las palabras de amor. Y te permite pasear con los sonidos medievales: pisadas y el murmullo de las conversaciones, porque a Venecia no entran los autos. En invierno hace mucho frío, pero te da un pretexto más para estar abrazado. Y aunque la vuelta en góndola parezca un cliché cursi... no hay quien no se emocione al pasar debajo del Puente de los Suspiros con la guía de un gondoliere.
Hasta el escéptico y nihilista de Woody Allen no pudo resistir a su encanto. Venecia es para los enamorados.