sábado, 11 de julio de 2009

Paris: La romántica ruta del perfume



Por Ana von Rebeur

París es cada vez más París
Paris cuenta con el orgullo de ser la meca del turismo mundial: es la ciudad que más viajeros atrae de todo el mundo. No es para menos: uno puede dar la vuelta al mundo, pero no ha viajado si no conoce Paris. De un sitio que atrae tanto a al gente uno podría pensar que con el tiempo se arruina, se vuelve turístico, universal y pierde su sabor local. Pero esto- que puede suceder en cualquier sitio que se plague de Mc Donalds y souvenirs made in China- no sucedió en París. Quizás el propio orgullo de los parisinos por su ciudad, es lo que logro que la ciudad invadida por gente de todas las naciones, año a año se parezca más a sí misma. Lo que hace veinte años eran bistrós oscuros, con nublados espejos biselados, polvorientas tulipas de opalina y boisserie ennegrecida con los años, hoy ha pulido sus espejos, renovado sus tulipas y lustrado la madrea y sacado sillas y mesas a los trottoirs (veredas ) justo con macetas de flores y reluciente cacharros de cobre bruñido brillando al sol. Las francesas siguen usando el pelo cortísimo, y llevan la baguettes bajo el brazo al volver a casa. En la primavera, las boulangeries de barrio anuncian el arribo del fresco vino beaujolais en pizarras escritas con tiza. Con toda su sofisticación, Paris tiene más de 40 mercados al aire libre, y tres mercados de pulgas. La ciudad de los gatos y las bicicletas, no pierde su aire campechano ni junto a la moderna pirámide de cristal del museo del Louvre. Planeada desde un inicio para que albergue a mucha gente apiñada en algo parecido a una aldea crecida hacia arriba. Por eso su amable construcción a escala humana invita a recorrerla toda, a través de callecitas angostas, portales bajos y ventanas pequeñas. Como en ninguno de sus apartamentos hay mucho lugar, los parisinos hacen solamente la compra del día, todos los días, y siempre llenan las boucheries y las patisseries. Si a eso le sumamos la afluencia de turistas, la ciudad es siempre un hervidero de gente que compra cosas lindas y sabrosas, atravesando el aroma a croissants fragantes, crepes mantecosas y castañas asadas. Mientras Estocolmo nos da la espalda, Berlín asusta y Venecia despista, Paris nos tienta y nos abre sus puertas para que la recorramos de punta a punta, disfrutándola a cada paso, descansando en cada barcito y café. Como sus habitantes no tienen patios ni jardines, pasan gran parte de sus días en jardines y parques: los jóvenes paseando sus bebés, los viejos paseando sus perros, y los turistas almorzando su picnic.

La ciudad que enamora
Pocos paisajes con tan espectaculares y conmovedores como contemplar el Sena al atardecer, con los bateaux mouches surcando sus aguas repletos de visitantes tan embelesados como nosotros, viendo la ciudad iluminada desde cubiertas tapizadas por alfombras rojas, entre jarrones de rosas también rojas, y bebiendo dorado champagne bajo ristras de bombillas encendidas que se reflejan en las olas, a veces con un violinista a bordo tocando a La vie en rose. Al ponerse el sol que tiñe el cielo también de rojo, la Torre Eiffel lanza destellos de 20000 lamparillas en los diez primero mineutos de cada hora, completando un cuadro que parece sacado de un sueño. Todo este idílico escenario, que seria kitsch en cualquier sitio, no lo es en Paris, donde el romance es inevitable.
Y si hablamos de romance y de Paris, hay que hablar de perfumes.
Asi como dicen que en Francia hay más de un queso para cada dia del año, también hay más de 400 perfumerías exclusivas, una para cada día del año.
Siendo Paris la cuna del perfume- gracias a las cosechas de flores de Grasse, el sur , donde estan los mayores fabricantes – no es de extrañar que en la ciudad lo que sobre sea el perfume. Es imposible mencionar todos las parfumeries : están las casas de grandes marcas , y los perfumistas privados con sus marcas solo conocidas para los parisiennes y los perfumistas que hace fragancias personalizadas a gusto del cliente .
Pero como a Paris hay que conocerla se puede recorrer parando en sus perfumerías sin perder parte de su historia.


La ruta del perfume


Por ejemplo, en la Ile Saint Louis, detrás de la catedral de Notre Dame, en el número 19 de Quai de Bourbon está la casa donde vivió la escultora Camille Claudel, el gran amor del escultor Auguste Rodin. Muy cerca, en la Rive Gauche , partiendo de la estación de metro Rue du Bac podemos visitar en 80 rue de Grenelle a “Parfums de Nicolai”, la fábrica de aromas de Patricia de Nicolai, nieta del perfuimista Pierre Guerlain. Ella nos presenta cada una de sus esencias y halla la ideal para cada persona. En el bohemio barrio Le Marais, la señorial Places des Vosgues tiene algunos de los bistrós más mágicos que se puedan encontrar , ocultos en la galería de la plaza cerrada donde vivió el dramaturgo Víctor Hugo. Y entre boutiques y anticuarios, en el numero 18 de la plaza se encuentra. “Senteurs du Pays Basque”, una delicada perfumería especializada en aromas del norte de Francia. Las erstaciones de metro mas cercanas son Saint-Paul o Hotel de Ville.
La avenida Champs Elyseés tiene las megatiendas más vanguardistas, que rompen la escala a parisina para sorprendernos con megavidrieras gigantes. Aquí, en el número 70, se encuentra Sephora, una perfumería con todos los perfumes y maquillajes imaginable en más de una cuadra de largo. Y en el número 74 se encuentra Annick Goutal , un sitio donde se pueden encontrar esencias únicas y personalizadas. L´ Occitane en Provence en el numero 84, tiene esencias naturales de la Provenza .Louis Vuitton , Chanel, Benetton , Armani y Dior tienen sus vidrieras en esta avenida .
La Rue Faubourg Saint-Honoré ya es toda una galería del perfume. Una tras otra, en esta calle están las perfumerias Elco, For You, Monsieur Elysees-Linea Donna, Nocibe, Mac, Origins , Excel, la exquisita tienda Jo Malone, Comme Des Garcons Perfume Shop, Penhaligons , Velds, Caillau y Caron, entre otras tiendas donde se pueden adquirir perfumes libres de impuestos. Los mayores diseñadores de moda también están en esta calle: Versace, Hermes, Yves Saint Laurent,Gucci y casas de moda avant-garde como Colette. Las estaciones de metro más cercanas son Concorde, Tuileries y Pyramides . La Avenue Montaigne tambien nos da la posibilidad de visitar los escaparates de grandes firmas como Dior, Cardin, Balmain, Ungaro, Lanvin y Chanel. Armani tiene aquí una tienda de 400 metros cuadrados que también vende su gama de fragancias Emporio y Privé.
En el 2 de Place Vendome, Guerlain nos ofrece su colección de perfumes en un edificio fastuoso. En la zona de la Place de la Madeleine, Saint-Sulpice y Sèvres-Babylone, Versace y Sonia Rykiel exhiben entre otros sus perfumes homónimos, entre boutiques de autor con precios más accesibles y prendas originales de modistos que mañana serás celebrities .


Parfums haute couture
Pero en verdad, el paraíso de los aroma está en las trastiendas de perfumistas como la maisons Patou, Guerlain, Caron y Annick Goudel. Una vez frente a los miles de botellitas de esencias base, un nez - “nariz”, como se llaman los maestros perfumistas - nos lleva en un recorrido de tres horas por el mundo del olfato, permitiéndonos disfrutar esencias exquisitas y deleitarnos con los secretos de las nuevas líneas. Mitad en inglés mitad en francés, genios del perfume como Jean Kerleo- creador de la fragancia Patou 100- nos da a probar perfumes de su autoría, con precios promedio de 3000 euros la botella .Esto sucede en el Musée Osmoteque , en 36 rue du Pars de Clagny.
El Parfum Bar de la maison Patou tiene un plan aun más exquisito: nos lleva un día paseando por Paris con el nez estrella para que descubramos cuáles son nuestros aromas favoritos, los que más nos identifican y representan. Luego regresamos al laboratorio, y con esa data - y nuestra aprobación personal- , el experto hace el cóctel perfecto para nuestra piel, a un precio de 55 euros el mililitro, que no es un precio caro siendo un aroma que no usará nadie más que uno. Este proceso es lo más parecido al perfume perfecto que buscaba el obsesivo perfumista de la novela de Patrick Süsskind, pero con final más feliz.



El Museo del Perfume

En el número 9 de rue Scribe cerca de la Opéra Garnier se encuentra el Musée du Parfum , perteneciente a la Parfumerie Fragonard, una de las más tradicionales fabricas de perfumes además de ser escuela de expertos perfumistas. El museo ocupa dos plantas de un palacio estilo Napoleón III. Allí la entrada es libre y nos empapa con la historia completa del perfume, desde tiempos del Antiguo Egipto hasta hoy. Nos enteramos deque la primer fragancia moderna la inventó el francés Jean Marie Farina en 1709 en Alemania: la Eau de Cologne . Descubrimos que las esencias se extraen de vegetales, flores, animales y sustancias exóticas como secreciones de cachalote y glándulas de ciervo, de castor y de civet ( un mamífero asiático) y que son caras porque se necesitan miles de kilos de pétalos para obtener sólo gotas de extracto de cada flor. Sabemos que el Chanel Nº 5 – un perfume creado en 1921 que sigue siendo le mas vendido del mundo- fue el primero hecho con fragancias sintéticas. Y que los nez tienen hoy una paleta de 4000 esencias para combinar, y que solo hay 300 nez en todo el mundo.
Cada perfume está formado ingredientes de distintas familias olfativas: cada uno lleva notas mas volátiles, frescas y cítricas ( las que primero se perciben), notas medias que perduran ( las florales o “de corazón”) y notas base que son las que permanecen más tiempo ( cálidas y dulces, como el almizcle, el cuero o la vainilla). El diseño de los frascos es otra historia fascinante, y en el museo se ven verdaderas joyas como los frascos de Lalique y los diseñados por Salvador Dalí para Elsa Schiaparelli. El metier de perfumista se hereda o transmite, como el buen gusto, de padre a hijo o hija en las familias francesas. No es de extrañar: pocos oficios parecen más gratos que el de estar en París combinando fragancias, para hallar la melodía exacta que busca el experto y que luego siguen los fans de todo el mundo. A la combinación de esencias que encajan a la perfección le llaman melodía. Como la que brota del violín del barco que surca el Sena al atardecer. Está bien puesto el nombre, porque – igual que una melodía- una sola gota de perfume francés nos transporta al instante exacto en que estuvimos en París comprando el alma de lilas, nardos, jazmines y rosas…¡Aaaah, qué viaje! La vie en rose!