jueves, 4 de septiembre de 2008

Seda : para vestir reyes


Los camellos descansan de la larga jornada formando un gran círculo sobre la arena rojiza. En el centro del mismo, hombres de largas chilabas y abultados turbantes se recuperan del frío del desierto junto a un gran fuego. El rojo de las llamas se refleja en las cargas de candelabros de oro, cofres de ébano con incrustaciones de nácar, y esculturas de marfil y ébano con el aroma de las especias. Sobre esos tesoros, los atados de sedas refulgen con más brillo que el mismo fuego, lanzando matices tornasolados.
De Xian a Alejandría, de Venecia a Beijing, pasando por Constantinopla y Cairo, la escena se repite durante siglos y siglos. La misma ruta de la seda fue surcada por Marco Polo siempre con el mismo fin: traer esa tela increíble del único lugar donde la hacían, que era la milenaria China. Allí donde paraban las caravanas nacieron caravanserais – refugio de caravanas – posadas simples que se convirtieron luego en ciudades prósperas por el comercio con Oriente.
La seda fue siempre muy apreciada por los más poderosos . Y se cotizaba muy bien.
Si a nosotros el uso y el contacto con la seda nos llena de placer, imaginemos lo que habrán sentido esas personas al descubrir la seda hace veinte siglos atrás, cuando todo el mundo usaba solamente lo que tenían a su alcance: ropajes de rígida arpillera, lana áspera y rústica, cueros mal curtidos. No es raro entender por qué crecieron imperios en torno al comercio de la seda.
Además, este noble material tiene muchas ventajas sobre cualquier otro: es increíblemente resistente, absorbe fácilmente cualquier tintura sin que cambie el color de la misma, se adapta al cuerpo, es liviana, es duradera y no se arruga. Se desliza sobre sí misma en suaves ondas, dándole a cualquier prenda una presencia incomparable al formar pliegues sensuales que brillan con luz propia.

UNA ORUGA EN EL TÉ
Su origen es tan único como sus propiedades.
Dicen que en el siglo 30 a.C. el emperador Huang Di le pidió a su bella esposa de 14 años, Hsi Ling Shi, que fuera a ver qué era esa plaga que se estaba comiendo a la morera que tenía en el parque, frente a su ventana. La muchacha descubrió que el árbol estaba lleno de capullos blancos con un pequeño gusanito adentro. Accidentalmente, uno de esos capullos cayó en su taza de té. Y al intentar sacarlo, ella quedó admirada al ver cómo del capullo se desprendía un sutil pero resistente hilo, que no tenía fin. Así se supo que esta hebra podía convertirse en el tejido más liviano, sutil, ligero, bello y resistente.
Había que tener una paciencia muy oriental para llegar a descubrir que era posible hervir los capullos de la oruga de morera, y luego hilar la finísima hebra blanca que se protege el cuerpo del bichito. Cada gusano tarda ocho días en hacer un capullo, y se necesitan 5.500 capullos para obtener un kilo de seda cruda. Cada hilo de seda está integrado por 48 fibras individuales de seda, larguísimas y continuas. Según cómo se tuercen estos hilos entre sí se obtienen cuatro tipos diferentes de hilo de seda: organín o torzal de seda, crepé, hilo de trama y torcidos sencillos.
Así como un gusano verde y pesado que se envuelve en seda , vive una metamorfosis que lo transforma en una grácil mariposa, usar seda nos hace gráciles como la mariposa a la que el capullo dio vida. La seda nos transforma.
La dinastía Han del siglo II a.C. se enriqueció enormemente con el comercio de sedas a las que los chinos sabían hilar de distintas maneras y teñir de todos los colores.
Los persas destejían a su vez las sedas chinas para usar el hilo en géneros de gusto propio, o para convertirlas en las más preciadas alfombras de seda.
Cuando los persas se enfrentaron a los ejércitos griegos, hasta Alejandro Magno quedó maravillado con el color y brillo de sus ropajes. Los pintores medievales y renacentistas dedicaron años a intentar plasmar el brillo de la seda con óleo sobre tela . Los artistas españoles marcaron en sus obras la admiración acentuada hacia las ropas sedosas que usaban los miembros del Imperio Otomano, que hoy se aprecian en el Palacio Topkapi de Estambul. Desde el siglo X a.C. todo el este de Europa, el Norte de Africa y Medio Oriente se llenó de camellos cargando el oro suave. Imperios enteros crecieron gracias a la fortaleza de la hebra de un gusanito que sólo come hojas de mora y a la curiosidad de una princesita china.

DE ORIENTE A ITALIA :
La seda provocó tal furor en todo el mundo que el emperador romano Julio César decretó que sólo él podía usarla.Sólo cuando en el siglo VI, por orden del emperador Bizantino Justiniano, unos monjes ocultaron capullos con gusanos vivos en sus báculos para llevarlos a Bizancio, el monopolio oriental terminó y el uso del tejido se democratizó. Seis siglos después, la seda se empezó a hilar y producir en Italia y desde entonces este país - y, desde el siglo XVII, la ciudad francesa de Lyon – se convirtió en el mayor exportador de sedas dándole a esta fibra múltiples usos y aspectos diversos.
Gasas, crepe de Chine, satén, shantung y douppion se diferencian por el tramado grueso o sutil. Sin embargo, en todas sus formas el resultado es el mismo: lustre, brillo, excelente caída, elasticidad, cuerpo, sofisticación y garbo. “Viajamos todos los años a Italia y Lyon a encargar nuestras colecciones, hechas a pedido”, confiesa orgulloso Adrián Alleami, responsable de las sederías Exclusive y Lyon. “La deslumbrante belleza y calidad de la seda no se compara con la de ningún otro tejido. Cada tipo de seda se usa para ocasiones diferentes y se elige una seda diferente de acuerdo al modelo de vestido a realizar.”
Hay sedas que parten de otros insectos creadores capullos. La seda tussah, por ejemplo, proviene de una especie que se alimenta de hojas de roble. La douppion es una seda hecha por dos gusanos que hilan juntos una hebra doble, que sirve para hilar el shantung.
La seda pura siempre es más pesada que cualquier género artificial. Y cuanto más pesada sea, mayor es su calidad. ¿ Como saber si es seda? Si quemamos una hebra de seda, esta se derrite dejando un residuo polvoriento y negro que huele mal. Por el contrario, el material sinténtico se aglutina dejando una dureza.
Sedas y perlas adoran lo natural y no se llevan bien con las sustancias artificiales.
La seda no se la lava con jabón ni detergente. Basta sumergir la prenda en abundante agua fresca donde se han disuelto unas gotas de jugo de limón y luego tenderla a la sombra, para que conserven durante décadas el mismo brillo y prestancia del primer día. El sol directo opaca tanto a las perlas como a las sedas. No casualmente ambas están hechas para ser usadas preferentemente de noche, y – dentro de lo posible – en el interior de un palacio.
Sedas de la India : HARE RAMA Y EL BATIK
La seda también aparece en los escritos sagrados de la India . En el Ramayana se describe con precisión cada uno de los fastuosos trajes de seda que Janak le llevó a su hija, Sita, como obsequio para su boda con Rama.
De la India provienen técnicas milenarias como la usada en la seda Bandhni, que luce dibujos producidos por un sistema de “atar y teñir” (que es el significado de la palabra “batik”), con lo cual las tinturas impregnan ciertas partes mientras otras conservan el color natural. Son famosas también las sedas bordadas Kanchipura, para la confección de saris y turbantes. Los rajás y las ranís, sin embargo, sólo usaban brocatos de Tanchoi, muy caros porque tres tejedores demoran diez días en tejer un sari, y una semana más si el tejido lleva entrelazado hilos de plata para teñir con baños de oro.
Tailandia también cuenta con una gran tradición como productores de seda desde el periodos de las dinastías Sukhothai, Krung Sri Ayhudhaya y Ratanakosin. Las tribus de las montañas que siguen conservando su estilo de vida y sus tradiciones étnicas , fueron los primeros en conocer los secretos del hilado perfecto. Las aldeas del noroeste pobladas por los Kha, Kraso, Kralerng, Suay y Khamer saben cómo hilar un tejido irisado que cambie de color con la luz mezclando dos hebras de colores muy distintos.

EL REVÉS DE LA TRAMA
Torciendo la hebra a derecha e izquierda se elabora el torzal, que sirve para la urdimbre de las telas. Con hilos torcidos en la misma dirección se realiza el hilo de trama. Una torsión suave logra telas aireadas, de gran souplé, con buena caída, mientras que una torsión más estrecha forma termas más armadas, duraderas e inarrugables.
Hay dos maneras de tejer la seda.
En el sistema clásico, cada hilo de la urdimbre se entrelaza con un hilo de la trama formando el tejido liso o tafetán, que es la manera en que se teje el poplín, la muselina, la batista, el crepe y el cloqué.
El otro , es entrelazando dos hilos de la urdimbre por un hilo de la trama en filas salteadas formando el tejido cruzado del cheviot, tweed, gabardina, denim y otras telas muy resistentes.
El satín o satén se logra pasando los hilos de la urdimbre por sobre los hilos de la trama encima sin entrelazarlos demasiado, con lo que se logra brillo y suavidad, además de resistencia. Ejemplos de esto son el satén, el raso y el damasco.
Si estos tejidos están hechos con hilo de seda, durarán toda la vida, por la simple razón de que un solo hilo de seda pura es más resistente que un hilo de acero del mismo grosor.

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