Por Ana von Rebeur
Quien la ve ahora flotando con elegancia en las aguas de Puerto Madero está lejos de imaginar las increíbles aventuras por las que pasó la Corbeta Uruguay antes de convertirse en museo flotante.
HISTORIA DE AVENTURAS
Aunque la mantienen como nueva, con sus bronces bruñidos y sus lamparitas encendidas creando una colección de estrellas sobre las aguas del Río de la Plata , la corbeta Uruguay está cumpliendo 125 años de hazañas permanentes.La vistosa y noble nave nació de expertas manos inglesas en los astilleros de Laird Brothers, en Birkenhead, el mismo sitio donde años después se fabricara la Fragata Sarmiento.Fue botada en 1874 y tres años después empezó a funcionar como buque escuela. De este modo recorrió el mundo entero y fue recibida en cada puerto con honores y lujosos presentes que se exhiben en sus salas. De esos viajes salió la primer promoción de oficiales nativos de la Marina Nacional.Aunque en 1884 la Escuela Naval se reinstaló en el vapor General Brown, el protagonismo de la corbeta no cesó La embarcación sirvió desde ese año como transporte y alojamiento a comisiones científicas que recorrieron las costas patagónicas para seguir el trayecto del planeta Venus con aparatos astronómicos.Y aunque todo esto ya bastaba para ganarse un lugar en la historia, la corbeta aún debía pasar por un desafío mayúsculo.
El hecho que le dio la fama sucedió en 1903.En el invierno de ese año, todos los países del mundo estaban pendientes del destino incierto de una expedición antártica liderada por el geólogo sueco Otto Nordenskjöld que había partido de Götenborg en octubre de 1901 para explorar durante un año regiones desconocidas de la Antártida. La idea original era excelente: el buque Antartic dejaría durante el invierno a los estudiosos para inspeccionar la región y volvería a buscarlos en la primavera. Lamentablemente, todo salió mal.Pasaron dos años y nadie tenía noticias de los ocho científicos y dieciséis oficiales suecos y el alférez argentino José María Sobral que integraban la misión al mando del capitán Carl Anton Larsen.El barco sueco había llegado a la Antártida en el mes de febrero. Una vez allí, Nordenskjöld instaló su base en la isla Cerro Nevado, en las Shetlands del Sur, acompañado por Sobral y un grupo de científicos. Durante la larga estadía: recogieron fósiles, relevaron terrenos, midieron las condiciones climáticas día y día y descubrieron un estrecho al que bautizaron como el nombre de Príncipe Gustavo en honor al monarca sueco.Pero cuando pasó la fecha en que debían ser rescatados, el Antartic seguía sin aparecer. Los expedicionarios empezaron a suponer lo peor. Aferrándose a la esperanza de que llegara el momento del rescate, comenzaron a racionar los víveres. Aún así, las reservas se acabaron junto con el verano. Soñando con ver velas arriadas en el horizonte, los ánimos no flaquearon. El equipo sobrevivió gracias a una dieta que, con inmenso humor, describieron en sus diarios como: “Primer plato : Sopa de foca. Segundo plato : Bife de foca . Postre : Helado de foca”.La verdadera situación era peor de lo que podían imaginar. A causa de una primavera excepcionalmente fría, el buque sueco no había podido avanzar entre los hielos. Sus tripulantes estaban tan desesperados por su propia suerte como por la de los expedicionarios que los esperaban en la base. Impaciente por socorrer a Nordenskjöld, el geólogo y antropólogo Gunnar Andersson desembarcó junto con dos compañeros para intentar localizar a sus colegas por tierra.Mientras tanto, gigantescos bloques de hielo atraparon finalmente al Antartic, lo levantaron en vilo y lo arrastraron durante días, colapsándolo sobre sí mismo hasta que la presión de los témpanos destrozó la nave. La tripulación bajó con sus provisiones justo a tiempo para observar al estandarte sueco hundiéndose en las aguas heladas. Los veinte náufragos flotaron dos semanas sobre un témpano a la deriva hasta llegar a la isla Paulet, donde pasaron otro año entero sobreviviendo al intenso frío polar, intentando hallar en la inmensidad de los hielos al grupo de Nordenskjöld. Ellos también sobrevivieron cazando focas, pingüinos y algún que otro pez que capturaban haciendo un agujero en el hielo.
AL RESCATE
Después de otro año entero sin noticias de los expedicionarios, la voz de alarma ya se había esparcido por todo el mundo.No se podía esperar más. La Armada Argentina decidió acondicionar a la pequeña corbeta Uruguay para que surcara los hielos australes buscando signos de vida de los investigadores. Se reforzaron las calderas, la proa y la popa, se instaló calefacción de vapor y un pañol de explosivos a popa. Al mando de esta aventura estuvo el valeroso teniente de navío Julián Irízar. La nave de madera zarpó en octubre de 1903.Mientras tanto, empeñado en encontrar al grupo de Cerro Nevado, Andersson cruzó el congelado Estrecho del Príncipe Gustavo para encontrarse de pronto con una visión peculiar. Unas manchas oscuras se movían en el horizonte blanco. Creyó ver, según sus propias palabras a "dos animales muy extraños, tiznados y peludos, de una especie desconocida en estas latitudes”. Con jolgorio descubrió que se trataba de dos de los expedicionarios de Nordenskjöld, que al verlo a Andersson a lo lejos también creyeron estar alucinando con pingüinos gigantes. Corrieron unos hacia otros y se fundieron en abrazos cargados de emoción y una alegría tan intensa que hasta el día de hoy ese paraje se llama Cabo Feliz Encuentro.Juntos aunaron esfuerzos para esperar el rescate sin saber que la corbeta Uruguay por suerte ya estaba en camino. La nave tardó un mes en llegar, abriéndose paso entre los enormes bloques de hielo a fuerza de detonaciones de explosivos .El 8 de noviembre de 1903 el alférez Sobral no lo pudo creer cuando divisó a lo lejos la silueta del que había sido su buque escuela. Al lugar del arribo se le llamó Bahía Esperanza, que es lo que jamás perdió el grupo de náufragos, ni en los peores momentos. Por otra feliz coincidencia, al día siguiente de la llegada de la corbeta Uruguay, arribaron sorpresivamente a la base el capitán Larsen y seis tripulantes del Antartic informando que el buque sueco se había hundido y que el resto de los tripulantes sobrevivía en una cabaña. Poco después la corbeta Uruguay puso proa hacia la isla Paulet, recogió a los náufragos y emprendió el regreso. Pero no acabarían en ese viaje las penurias de la corbeta. Durante el trayecto fue sorprendida por una terrible tormenta de nieve y viento huracanado que estuvo a punto de hacerla naufragar. El mar embravecido sacudió con violencia a la nave, rompiendo el palo mayor y el trinquete, que hubo que tirar por la borda.Con las velas inutilizadas, hubo que dosificar el carbón para el regreso, avanzando con cuidado y lentitud.
REGRESO TRIUNFAL
Al fin, el 2 de diciembre de 1903, la maltrecha pero victoriosa corbeta llegó al puerto de Buenos Aires escoltada por treinta embarcaciones que la esperaban para brindarle un recibimiento festivo y multitudinario. Más de 100.000 personas y medios periodísticos de todo el mundo se maravillaron al ver a los aventureros sanos y salvos, que fueron recibidos con toda la pompa que merecían. El fabuloso rescate ocupó la primera plana de los diarios de todo el mundo. Las paredes interiores de la corbeta se llenaron de placas de bronce recordando el éxito de su misión. Y como si este logro no hubiera bastado para demostrar su ductilidad entre los hielos, al año siguiente la corbeta partió a rescatar otro nuevo grupo de expedicionarios atrapados entre hielos: el grupo liderado por el científico Charcot. Durante los siguientes veinte años la Uruguay continuó surcando aguas antárticas como nave de reaprovisionamiento para las bases de las Islas Orcadas y Georgias, levantando cartografía y cumpliendo servicios de relevamiento hidrográfico en la zonas antárticas. La camaleónica nave fue destinada en 1926 a servir de polvorín flotante en Río Santiago.Finalmente, en 1956 se la reacondicionó para que fuera buque museo de la Escuela Naval. Desde entonces, sus salas guardan recuerdos de sus viajes y del glorioso rescate de la expedición antártica sueca. En 1960 la corbeta hizo su último y emotivo viaje hasta el puerto de La Plata para homenajear al Alférez Sobral en su cumpleaños número 80, oportunidad en la que al primer expedicionario argentino que invernó en la Antártida se le entregó una medalla recordatoria de su heroica resistencia.El 6 de junio de 1967, la bella corbeta fue declarada Monumento Histórico Nacional. Viéndola ahora mecida por la brisa del río como una cuna gigante que vela por los sueños de aventuras pasadas, cuesta imaginarla incursionando entre témpanos que la doblaban en altura por zonas por las que hoy sólo se atreve un coloso de acero como es el rompehielos que lleva el nombre del joven y valiente marino que rescató a los suecos del hielo: el “Almirante Irízar” .
CRÓNICAS DE UNA ESPERA INTERMINABLE
Poco después de llegar a Suecia , GunnarAndersson escribió un libro narrando las peripecias del grupo. El libro se publicó en 1905 y fue best seller, dado el maravilloso sentido del humor demostrado en la traducción del sueco hecho por la editorial catalana Mucci. En el mismo se mencionan los descubrimientos geográficos y científicos logrados por el equipo, a la vez que se explican detalladamente cómo los náufragos se las ingeniaban para combatir el frío y racionar los víveres mientras esperaban el rescate .A través de ese libro se pudieron localizar los sitios exactos donde se refugiaron los suecos .Sus bases están siendo restauradas por personal del Museo de Ciencias Naturales de la Plata y del Instituto Antártico desde 1979 , con la intención de preservarlas como Monumentos Históricos Nacionales. La precaria cabaña de Nordenskjöld resistió las inclemencias del tiempo durante casi cien años gracias a un bloque de hielo macizo que se había formado en el interior, sosteniendo sus paredes. En su interior se halló un colchón de huesos de pingüinos de medio metro de espesor. Los pingüinos enfermos o demasiado viejos para emigrar en el invierno se habían guarecido del viento de usuales 240 km/h durante más de 90 inviernos. Debajo de los huesos se encontraron una cantidad de elementos abandonados en perfecto estado de conservación. Se halló una ingeniosa mesa hecha en forma de disco que pendía del techo por un palo y que plegaban a la noche para hacer lugar a las bolsas de dormir. También había un tablero de ajedrez hecho con una lata y trebejos hechos con casquetes de balas para cazar pingüinos, un calzoncillo largo de lana marca Jäger (¡de los buenos!) y varias libretas en las que el cartógrafo Duse había diseñado mapas de la región a lápiz con una precisión idéntica a la de la cartografía satelital. Los suecos también habían olvidado un cajón lleno de fósiles de plantas selváticas del período Jurásico que prueba que la Antártida fue en un tiempo una jungla tropical. Los objetos hallasdos pasaron por un proceso de secado en frío y un tratamiento conservante . El Museo de la Academia de Ciencias de Estocolmo en Suecia cuenta con algunos de los instrumentos que utuilizó la expedición . Los objetos recientemente hallados aún no cuentan con un destino concreto, que podría ser una sala en el Museo Rivadavia o del Museo Bisignori - quien fuera pionero en la Antártida- de Villa María, en Córdoba. Todas sus notas quedaron registradas en una colección de siete tomos que tiene la biblioteca del Instituto Antártico , en idioma alemán. Hiela la sangre imaginar cómo se las arreglaron durante dos años completos esos hombres contando solamente con víveres como para 30 días, que sufrieron congelamiento de extremidades y la muerte de un compañero querido.Para sobrevivir, el grupo llegó a devorar la friolera de más de un millar de pingüinos y unas 1400 focas que sazonaban con pequeñas cantidades de verdura deshidratada y sales minerales que dosificaban con maestría. Cuando el calzado propio se les destrozó , ellos mismos se cosieron botas nuevas de piel de foca. El grupo contó con la compañía de un fiel gato que compartió con ellos la peripecia hasta el rescate. Demostrando una vocación ferviente, ninguno de los expedicionarios dejó jamás de monitorear los aparatos científicos de medición que habían llevado-como termómetros, barómetros, astrolabios-, cumpliendo así con su misión científica hasta el último día.
CORBETA A.R.A. "URUGUAY"
CARACTERÍSTICAS DEL BUQUE :
Eslora( longitud): 46,36 mts. Manga(ancho): 7,63 mts. Puntal(alto): 5,4 mts. Calado medio: 3,5 mts.Desplazamiento: 550 toneladas.
DATOS ÚTILES DEL MUSEO: Entrada General: $1 ( Menores de 5 años , gratis) Para colegios: $ 0,50 (Docentes y acompañantes, gratis)Horario : Todos los días de 9.00hs. a 21.00hs. Para mayor información llamar al teléfono: 4314-1090
HISTORIA DE AVENTURAS
Aunque la mantienen como nueva, con sus bronces bruñidos y sus lamparitas encendidas creando una colección de estrellas sobre las aguas del Río de la Plata , la corbeta Uruguay está cumpliendo 125 años de hazañas permanentes.La vistosa y noble nave nació de expertas manos inglesas en los astilleros de Laird Brothers, en Birkenhead, el mismo sitio donde años después se fabricara la Fragata Sarmiento.Fue botada en 1874 y tres años después empezó a funcionar como buque escuela. De este modo recorrió el mundo entero y fue recibida en cada puerto con honores y lujosos presentes que se exhiben en sus salas. De esos viajes salió la primer promoción de oficiales nativos de la Marina Nacional.Aunque en 1884 la Escuela Naval se reinstaló en el vapor General Brown, el protagonismo de la corbeta no cesó La embarcación sirvió desde ese año como transporte y alojamiento a comisiones científicas que recorrieron las costas patagónicas para seguir el trayecto del planeta Venus con aparatos astronómicos.Y aunque todo esto ya bastaba para ganarse un lugar en la historia, la corbeta aún debía pasar por un desafío mayúsculo.
El hecho que le dio la fama sucedió en 1903.En el invierno de ese año, todos los países del mundo estaban pendientes del destino incierto de una expedición antártica liderada por el geólogo sueco Otto Nordenskjöld que había partido de Götenborg en octubre de 1901 para explorar durante un año regiones desconocidas de la Antártida. La idea original era excelente: el buque Antartic dejaría durante el invierno a los estudiosos para inspeccionar la región y volvería a buscarlos en la primavera. Lamentablemente, todo salió mal.Pasaron dos años y nadie tenía noticias de los ocho científicos y dieciséis oficiales suecos y el alférez argentino José María Sobral que integraban la misión al mando del capitán Carl Anton Larsen.El barco sueco había llegado a la Antártida en el mes de febrero. Una vez allí, Nordenskjöld instaló su base en la isla Cerro Nevado, en las Shetlands del Sur, acompañado por Sobral y un grupo de científicos. Durante la larga estadía: recogieron fósiles, relevaron terrenos, midieron las condiciones climáticas día y día y descubrieron un estrecho al que bautizaron como el nombre de Príncipe Gustavo en honor al monarca sueco.Pero cuando pasó la fecha en que debían ser rescatados, el Antartic seguía sin aparecer. Los expedicionarios empezaron a suponer lo peor. Aferrándose a la esperanza de que llegara el momento del rescate, comenzaron a racionar los víveres. Aún así, las reservas se acabaron junto con el verano. Soñando con ver velas arriadas en el horizonte, los ánimos no flaquearon. El equipo sobrevivió gracias a una dieta que, con inmenso humor, describieron en sus diarios como: “Primer plato : Sopa de foca. Segundo plato : Bife de foca . Postre : Helado de foca”.La verdadera situación era peor de lo que podían imaginar. A causa de una primavera excepcionalmente fría, el buque sueco no había podido avanzar entre los hielos. Sus tripulantes estaban tan desesperados por su propia suerte como por la de los expedicionarios que los esperaban en la base. Impaciente por socorrer a Nordenskjöld, el geólogo y antropólogo Gunnar Andersson desembarcó junto con dos compañeros para intentar localizar a sus colegas por tierra.Mientras tanto, gigantescos bloques de hielo atraparon finalmente al Antartic, lo levantaron en vilo y lo arrastraron durante días, colapsándolo sobre sí mismo hasta que la presión de los témpanos destrozó la nave. La tripulación bajó con sus provisiones justo a tiempo para observar al estandarte sueco hundiéndose en las aguas heladas. Los veinte náufragos flotaron dos semanas sobre un témpano a la deriva hasta llegar a la isla Paulet, donde pasaron otro año entero sobreviviendo al intenso frío polar, intentando hallar en la inmensidad de los hielos al grupo de Nordenskjöld. Ellos también sobrevivieron cazando focas, pingüinos y algún que otro pez que capturaban haciendo un agujero en el hielo.
AL RESCATE
Después de otro año entero sin noticias de los expedicionarios, la voz de alarma ya se había esparcido por todo el mundo.No se podía esperar más. La Armada Argentina decidió acondicionar a la pequeña corbeta Uruguay para que surcara los hielos australes buscando signos de vida de los investigadores. Se reforzaron las calderas, la proa y la popa, se instaló calefacción de vapor y un pañol de explosivos a popa. Al mando de esta aventura estuvo el valeroso teniente de navío Julián Irízar. La nave de madera zarpó en octubre de 1903.Mientras tanto, empeñado en encontrar al grupo de Cerro Nevado, Andersson cruzó el congelado Estrecho del Príncipe Gustavo para encontrarse de pronto con una visión peculiar. Unas manchas oscuras se movían en el horizonte blanco. Creyó ver, según sus propias palabras a "dos animales muy extraños, tiznados y peludos, de una especie desconocida en estas latitudes”. Con jolgorio descubrió que se trataba de dos de los expedicionarios de Nordenskjöld, que al verlo a Andersson a lo lejos también creyeron estar alucinando con pingüinos gigantes. Corrieron unos hacia otros y se fundieron en abrazos cargados de emoción y una alegría tan intensa que hasta el día de hoy ese paraje se llama Cabo Feliz Encuentro.Juntos aunaron esfuerzos para esperar el rescate sin saber que la corbeta Uruguay por suerte ya estaba en camino. La nave tardó un mes en llegar, abriéndose paso entre los enormes bloques de hielo a fuerza de detonaciones de explosivos .El 8 de noviembre de 1903 el alférez Sobral no lo pudo creer cuando divisó a lo lejos la silueta del que había sido su buque escuela. Al lugar del arribo se le llamó Bahía Esperanza, que es lo que jamás perdió el grupo de náufragos, ni en los peores momentos. Por otra feliz coincidencia, al día siguiente de la llegada de la corbeta Uruguay, arribaron sorpresivamente a la base el capitán Larsen y seis tripulantes del Antartic informando que el buque sueco se había hundido y que el resto de los tripulantes sobrevivía en una cabaña. Poco después la corbeta Uruguay puso proa hacia la isla Paulet, recogió a los náufragos y emprendió el regreso. Pero no acabarían en ese viaje las penurias de la corbeta. Durante el trayecto fue sorprendida por una terrible tormenta de nieve y viento huracanado que estuvo a punto de hacerla naufragar. El mar embravecido sacudió con violencia a la nave, rompiendo el palo mayor y el trinquete, que hubo que tirar por la borda.Con las velas inutilizadas, hubo que dosificar el carbón para el regreso, avanzando con cuidado y lentitud.
REGRESO TRIUNFAL
Al fin, el 2 de diciembre de 1903, la maltrecha pero victoriosa corbeta llegó al puerto de Buenos Aires escoltada por treinta embarcaciones que la esperaban para brindarle un recibimiento festivo y multitudinario. Más de 100.000 personas y medios periodísticos de todo el mundo se maravillaron al ver a los aventureros sanos y salvos, que fueron recibidos con toda la pompa que merecían. El fabuloso rescate ocupó la primera plana de los diarios de todo el mundo. Las paredes interiores de la corbeta se llenaron de placas de bronce recordando el éxito de su misión. Y como si este logro no hubiera bastado para demostrar su ductilidad entre los hielos, al año siguiente la corbeta partió a rescatar otro nuevo grupo de expedicionarios atrapados entre hielos: el grupo liderado por el científico Charcot. Durante los siguientes veinte años la Uruguay continuó surcando aguas antárticas como nave de reaprovisionamiento para las bases de las Islas Orcadas y Georgias, levantando cartografía y cumpliendo servicios de relevamiento hidrográfico en la zonas antárticas. La camaleónica nave fue destinada en 1926 a servir de polvorín flotante en Río Santiago.Finalmente, en 1956 se la reacondicionó para que fuera buque museo de la Escuela Naval. Desde entonces, sus salas guardan recuerdos de sus viajes y del glorioso rescate de la expedición antártica sueca. En 1960 la corbeta hizo su último y emotivo viaje hasta el puerto de La Plata para homenajear al Alférez Sobral en su cumpleaños número 80, oportunidad en la que al primer expedicionario argentino que invernó en la Antártida se le entregó una medalla recordatoria de su heroica resistencia.El 6 de junio de 1967, la bella corbeta fue declarada Monumento Histórico Nacional. Viéndola ahora mecida por la brisa del río como una cuna gigante que vela por los sueños de aventuras pasadas, cuesta imaginarla incursionando entre témpanos que la doblaban en altura por zonas por las que hoy sólo se atreve un coloso de acero como es el rompehielos que lleva el nombre del joven y valiente marino que rescató a los suecos del hielo: el “Almirante Irízar” .
CRÓNICAS DE UNA ESPERA INTERMINABLE
Poco después de llegar a Suecia , GunnarAndersson escribió un libro narrando las peripecias del grupo. El libro se publicó en 1905 y fue best seller, dado el maravilloso sentido del humor demostrado en la traducción del sueco hecho por la editorial catalana Mucci. En el mismo se mencionan los descubrimientos geográficos y científicos logrados por el equipo, a la vez que se explican detalladamente cómo los náufragos se las ingeniaban para combatir el frío y racionar los víveres mientras esperaban el rescate .A través de ese libro se pudieron localizar los sitios exactos donde se refugiaron los suecos .Sus bases están siendo restauradas por personal del Museo de Ciencias Naturales de la Plata y del Instituto Antártico desde 1979 , con la intención de preservarlas como Monumentos Históricos Nacionales. La precaria cabaña de Nordenskjöld resistió las inclemencias del tiempo durante casi cien años gracias a un bloque de hielo macizo que se había formado en el interior, sosteniendo sus paredes. En su interior se halló un colchón de huesos de pingüinos de medio metro de espesor. Los pingüinos enfermos o demasiado viejos para emigrar en el invierno se habían guarecido del viento de usuales 240 km/h durante más de 90 inviernos. Debajo de los huesos se encontraron una cantidad de elementos abandonados en perfecto estado de conservación. Se halló una ingeniosa mesa hecha en forma de disco que pendía del techo por un palo y que plegaban a la noche para hacer lugar a las bolsas de dormir. También había un tablero de ajedrez hecho con una lata y trebejos hechos con casquetes de balas para cazar pingüinos, un calzoncillo largo de lana marca Jäger (¡de los buenos!) y varias libretas en las que el cartógrafo Duse había diseñado mapas de la región a lápiz con una precisión idéntica a la de la cartografía satelital. Los suecos también habían olvidado un cajón lleno de fósiles de plantas selváticas del período Jurásico que prueba que la Antártida fue en un tiempo una jungla tropical. Los objetos hallasdos pasaron por un proceso de secado en frío y un tratamiento conservante . El Museo de la Academia de Ciencias de Estocolmo en Suecia cuenta con algunos de los instrumentos que utuilizó la expedición . Los objetos recientemente hallados aún no cuentan con un destino concreto, que podría ser una sala en el Museo Rivadavia o del Museo Bisignori - quien fuera pionero en la Antártida- de Villa María, en Córdoba. Todas sus notas quedaron registradas en una colección de siete tomos que tiene la biblioteca del Instituto Antártico , en idioma alemán. Hiela la sangre imaginar cómo se las arreglaron durante dos años completos esos hombres contando solamente con víveres como para 30 días, que sufrieron congelamiento de extremidades y la muerte de un compañero querido.Para sobrevivir, el grupo llegó a devorar la friolera de más de un millar de pingüinos y unas 1400 focas que sazonaban con pequeñas cantidades de verdura deshidratada y sales minerales que dosificaban con maestría. Cuando el calzado propio se les destrozó , ellos mismos se cosieron botas nuevas de piel de foca. El grupo contó con la compañía de un fiel gato que compartió con ellos la peripecia hasta el rescate. Demostrando una vocación ferviente, ninguno de los expedicionarios dejó jamás de monitorear los aparatos científicos de medición que habían llevado-como termómetros, barómetros, astrolabios-, cumpliendo así con su misión científica hasta el último día.
CORBETA A.R.A. "URUGUAY"
CARACTERÍSTICAS DEL BUQUE :
Eslora( longitud): 46,36 mts. Manga(ancho): 7,63 mts. Puntal(alto): 5,4 mts. Calado medio: 3,5 mts.Desplazamiento: 550 toneladas.
DATOS ÚTILES DEL MUSEO: Entrada General: $1 ( Menores de 5 años , gratis) Para colegios: $ 0,50 (Docentes y acompañantes, gratis)Horario : Todos los días de 9.00hs. a 21.00hs. Para mayor información llamar al teléfono: 4314-1090
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