jueves, 4 de septiembre de 2008

Perlas: Una joya nacida en el fondo del mar


Engalanaron desde siempre a la aristocracia y la realeza.
Son sinónimo de hermosura y nobleza.
Por ellas se conquistaron imperios y se trazaron rutas en el desierto, se planearon ataques piratas a islas del Caribe y se pelearon coronas.
Sedas y perlas son bellezas hermanadas por su origen y su valor perdurable en el tiempo nos ponen en contacto con las texturas más suaves que existen.
DE NOBLE CUNA
Las perlas son la superficie más suave que existe. Son naturalmente concebidas para proteger el cuerpo frágil de seres blandos y sutiles.Fueron codiciadas desde tiempos inmemoriales. Su obtención difícil y trabajosa hizo que fueran artículos exclusivos para una minoría que aprecia la calidad perdurable.
Ambas dan un brillo tenue y sentador a las facciones de quien las luce.
Pocos placeres son comparables a sentir la textura las perlas sobre la piel, envolviéndonos con el mismo cuidado pensado por la naturaleza para proteger a sus criaturas más pequeñas.
Durante siglos, sólo fueron usados por sultanes, emperadores, reyes y reinas.
Actualmente su uso sigue reservado para quienes aprecian la calidad.
DESDE EL FONDO DEL MAR
La perla no es más que una partícula de arena que entró accidentalmente dentro de un molusco bivalvo de cuerpo tierno y extremadamente sensible. Para evitar el dolor y la incomodidad de tener un granito de arena en su interior, este animal - que no sabe cómo expeler hacia fuera a la piedrita intrusa- demora años en envolver a la partícula con capas y capas de una sustancia llamada nácar o madreperla que produce su cuerpo, compuesta por un carbonato de calcio irisado llamado “aragonita”.
Las perlas más preciadas son las naturales, encontradas por casualidad dentro de una ostra perlera, que demora seis meses en fabricar una capa de madreperla de apenas micrones de espesor.
Estos increíbles regalos del mar se encuentran por fortuna en muchos sitios, desde el Golfo Pérsico hasta el Mar Rojo. También en los arrecifes australianos, parte de las Antillas, Baja California, Golfo de México, Golfo de Panamá y las costas de India. En los ríos de China se encuentran perlas de agua dulce. Pero el mayor productor mundial de perlas es Japón.
Hay perlas grises irisadas, amarillas tornasoladas con reflejos dorados o de color blanco como la espuma del mar, según la composición de las aguas del mar donde se encuentren. Algunas, rarísimas, son casi negras.
Por su forma, también se encuentran perlas hemiesféricas, mediaperlas o “blíster”, y perlas irregulares originadas por partículas de formas asimétricas, conocidas como “ perlas barrocas” . Su nombre en portugués significaba “ deforme” y de ellas proviene el nombre del periodo artístico conocido despectivamente como barroco.
PROTAGONISTAS SIEMPRE:
No es fácil hallar las ostras perleras y desprenderlas de las rocas marinas. Tampoco en todas las ostras se encuentra esta gema que brilla como una estrella mojada. El crecimiento terriblemente lento de cada perla es lo que las hace tan caras. Y su precio aumenta geométricamente con cada milímetro de aumento en su diámetro. La creciente demanda y pocas oferta natural de perlas llevó a producir perlas cultivadas desde 1920, colocando partículas de nácar dentro de las ostras perleras. Esta industria que requiere paciencia japonesa logró perlas con la misma forma de la partícula que se introduzca en la ostra. Por eso hay perlas cultivadas con forma de lágrima, corazón y óvalo.
Las perlas Majorica – de producción española – son símil cultivo: se imita el proceso de capas de nácar en laboratorios, logrando un efecto irisado perfecto que hace que sólo los expertos puedan distinguirlas de las perlas naturales.
Desde tiempos inmemoriales las perlas formaron parte de coronas reales. Durante los años´20 los collares de perlas fueron la moda de los Años Locos, y en los ´50 nuevamente hicieron furor como accesorio de las colecciones de la célebre Cocó Chanel, quien afirmaba que las perlas duplican el atractivo de cualquier mujer. Jackeline Kennedy fue una de las famosas que más las usó. Aunque el collar de perlas artificiales que usaba la Primera Dama americana no costaba más que cuarenta y cinco dólares, la casa de subastas de Sotheby´s lo vendió a 200.000 dólares.
“ La Argentina es el único país en el que las perlas no tienen demasiada salida. Esto se debe a dos motivos : su precio es muy alto, y los argentinos son muy supersticiosos. Increíblemente , creen en el mito que afirma que “regalar perlas significa lágrimas”, afirma Myriam Testorelli, titular de la prestigiosa joyería que fundó su bisabuelo llegado del Ticino en 1887, hace 118 años. “Hay congresos de joyas en todo el mundo donde las perlas son protagonistas absolutas, dejando muy en segundo plano los diamantes y el platino. En Brasil, Estados Unidos y Europa la aristocracia las usa muchísimo más que al oro o al oro blanco. Equivocadamente , aquí se las asocia con las señoras de edad. Pero en las revistas de moda extranjeras vemos que las perlas tienen presencia permanente. Es la única joya que jamás desentona, deslumbra con discreción y destaca el brillo de ojos y sonrisa. ”
Tan es así que en el casamiento del príncipe Eduardo de Inglaterra, la princesa eligió un collar de perlas blancas que hacía juego con un par de pendientes de perlas negras y blancas engarzadas en forma de cruz. “Los pendientes de perlas son carísimos porque , al ser algo natural, es siempre muy difícil encontrar dos perlas idénticas para armar el par perfecto”, afirma Testorelli.
Sin embargo, en nuestro país hay un tipo de perlas que sigue siendo un clásico: las más pequeñas que lucen las damitas recién nacidas: “Los aritos de perlas para bebés son las únicas que siguen teniendo demanda”.
EXQUISITECES AL CUELLO
Un collar de perlas cultivadas del mismo tamaño de una vuelta , llamado choker, cuesta cuatro veces más que un collar del mismo peso y dimensiones hecho en oro puro. “ Si fueran perlas naturales , el precio se multiplica por cien”, llegando a la cifra pagada por el collar de una vuelta de la viuda de Kennedy.
Un collar de perlas engarzadasa por orden de tamaño, de menor a mayor a menor – llamado chute – merece tener un broche en oro y brillantes, que suele costar una tercera parte del valor total del collar.
“ Las perlas no son para cualquiera”,explica la experta. “Son algo vivo que precisa un respeto especial. Las hebras se enhebran en hilo al tono encerado con cera virgen de abejas, con un nudo entre cada perla para evitar que se pierdan en caso de rotura. No pueden estar en contacto con ácidos, tinturas , perfumes o sprays. Su brillo se mantiene guardándolas con un poco de bicarbonato de sodio. Es impresionante, pero lo que más las reaviva es devolverlas a su origen: el agua de mar las deja como nuevas.”
Tampoco hay que guardarlas en estuches de cuero, que las opaca. Y adoran descansar dentro de un suave pañuelo de seda de origen tan oriental como el de las mismas perlas.

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